lunes, 4 de noviembre de 2013

Visita al Centro José Guerrero. Exposición:"José Guerrero. Sus años de madurez"




   Hoy por fin he podido ver la exposición de José Guerrero. Se trata de una exposición temporal instalada en el centro que lleva su nombre y titulada “José Guerrero. Sus años de madurez”.

   El centro José Guerrero está situado en un lugar privilegiado de Granada, justo detrás de la Catedral, de forma que desde sus ventanales puede observarse una de las fachadas.

   Después de dedicar un poco de tiempo a contemplar el entorno y otro poco a observar la exposición audiovisual que hay instalada en las plantas inferiores (de Dora García), llego a la planta superior donde se encuentra el objeto de mi visita: cinco pinturas de José Guerrero, realizadas entre 1979 y 1990, coincidiendo con la etapa de madurez del pintor.

   La sala tiene forma rectangular y el tamaño justo para albergar las cinco pinturas que son de tamaño considerable (entre 1,5 y 2 m. de largo). El tamaño recogido de la sala permite observar todas las pinturas como un conjunto. Pienso que esto ha sido tenido en cuenta a la hora de elegir las cinco pinturas de entre las numerosas con las que cuenta el centro.

   Lo primero que observo al entrar es que en este conjunto se muestran los tres colores primarios en tres de los cuadros: el azul en la obra “Azul añil” de 1989, el rojo en “Oferta con rojo” de 1988 y el amarillo en “La brecha III” de 1989. En las otras dos obras predomina el color blanco “Litoral”, 1979 y el verde “Verde de sapén”, 1990.
   Pienso que la exposición nos hace una proclama del color como elemento fundamental de la pintura, como herramienta necesaria y suficiente para expresar lo que uno quiere.
   No es necesario pintar formas reconocibles ni contornos definidos, podemos jugar con los colores y sus combinaciones, y unos pocos elementos más o menos abstractos para expresar ideas y sentimientos. Esta es la grandeza de la pintura abstracta (expresar más con menos), pero también lo que la hace a veces difícil de entender y de querer.

   Después de intentar comprender la exposición en su conjunto, ahora me detengo en cada obra intentando analizarla para aplicar los conocimientos aprendidos en la asignatura.
   En cada pintura aparece un color predominante que ocupa casi todo el lienzo, y otro color que ocupa mucho menos espacio, pero que casi siempre equilibra al color principal. Por último el negro es el que termina de dar significado a cada pintura, dirigiéndonos la mirada por donde el pintor ha planeado.
   Las pinceladas son irregulares y desenfadadas, como queriéndose mostrar. La pintura diluida contribuye también a esto. Esta forma de pintar parece indicarnos que no nos fijemos en el detalle sino en el conjunto. El tamaño considerable de los cuadros reafirma esto.

   En “Azul añil” encontramos un gran rectángulo azul enmarcado en blanco. Una franja violeta a la derecha deja como un camino de color blanco hasta la zona azul. Unas flechas dibujadas en negro nos hacen seguir con la mirada este camino blanco desde arriba hasta abajo. Por último una línea fina de color rojo a la derecha equilibra la gran franja violeta.



   En “La brecha III” la mirada vuelve a ser conducida por una gran línea negra entre dos rojas. Una mancha negra en la esquina inferior derecha vuelve a hacer que la pintura quede equilibrada. El color amarillo aunque ocupa casi todo el lienzo, no llega hasta los límites del cuadro sino que deja un marco blanco irregular, convirtiéndose así en una gran mancha.




   “Oferta con rojo” es la obra más impresionante. El negro de algunos elementos que son los más figurativos de toda la exposición, sobre el rojo saturado, produce una fuerte tensión. Parecen caer desde arriba como unas gotitas negras que son recogidas abajo en una especie de recipiente. Aunque las gotas son negras, el contraste con el rojo que ocupa casi toda la pintura dan la sensación de gotas de sangre. El cuadro parece contar algún derramamiento de sangre. Ésta es mi impresión, claro. Seguro que a otras personas les habrá parecido otra cosa, pero dudo que se hayan quedado indiferentes. Ésta es la grandeza de la pintura abstracta a que antes me refería.
   De nuevo la mirada es conducida hábilmente por el autor desde arriba hasta abajo siguiendo la gotitas negras hasta caer.





     En “Litoral” aparece un gran rectángulo blanco partido por la mitad por una franja roja. El fondo es verde, aunque tiene menos importancia. Debajo aparecen unas líneas negras insinuando algo. La mirada se nos va precisamente aquí, a la zona inferior derecha, intentando entender qué son esas líneas.

   Para mí es un imperdible que sujeta esa hoja de papel a algún sitio, para que no se pierda ni se olvide. En la hoja hay escrito algo desgarrador. De nuevo mi imaginación se ha puesto en marcha.






   La última obra “Verde de sapén” me produce sensaciones más serenas. Un gran rectángulo verde enmarcado por una pequeña franja roja, y una línea negra que nos dirige la mirada desde arriba hasta abajo, a otro símbolo de color negro que no me resulta fácil identificar.
   La pintura aparece equilibrada aunque me resulta menos llamativa que las demás. Parece puesta ahí adrede, al final del recorrido de la exposición para  relajar un poco los sentidos.



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