Hoy por fin he podido ver
la exposición de José Guerrero. Se trata de una exposición temporal instalada
en el centro que lleva su nombre y titulada “José Guerrero. Sus años de
madurez”.
El centro José Guerrero
está situado en un lugar privilegiado de Granada, justo detrás de la Catedral, de forma que
desde sus ventanales puede observarse una de las fachadas.
Después de dedicar un poco
de tiempo a contemplar el entorno y otro poco a observar la exposición
audiovisual que hay instalada en las plantas inferiores (de Dora García), llego
a la planta superior donde se encuentra el objeto de mi visita: cinco pinturas
de José Guerrero, realizadas entre 1979 y 1990, coincidiendo con la etapa de
madurez del pintor.
La sala tiene forma
rectangular y el tamaño justo para albergar las cinco pinturas que son de
tamaño considerable (entre 1,5 y 2
m. de largo). El tamaño recogido de la sala permite
observar todas las pinturas como un conjunto. Pienso que esto ha sido tenido en
cuenta a la hora de elegir las cinco pinturas de entre las numerosas con las que
cuenta el centro.
Lo primero que observo al
entrar es que en este conjunto se muestran los tres colores primarios en tres
de los cuadros: el azul en la obra “Azul añil” de 1989, el rojo en “Oferta con
rojo” de 1988 y el amarillo en “La brecha III” de 1989. En las otras dos obras
predomina el color blanco “Litoral”, 1979 y el verde “Verde de sapén”, 1990.
Pienso que la exposición
nos hace una proclama del color como elemento fundamental de la pintura, como
herramienta necesaria y suficiente para expresar lo que uno quiere.
No es necesario pintar
formas reconocibles ni contornos definidos, podemos jugar con los colores y sus
combinaciones, y unos pocos elementos más o menos abstractos para expresar ideas
y sentimientos. Esta es la grandeza de la pintura abstracta (expresar más con
menos), pero también lo que la hace a veces difícil de entender y de querer.
Después de intentar
comprender la exposición en su conjunto, ahora me detengo en cada obra intentando
analizarla para aplicar los conocimientos aprendidos en la asignatura.
En cada pintura aparece
un color predominante que ocupa casi todo el lienzo, y otro color que ocupa
mucho menos espacio, pero que casi siempre equilibra al color principal. Por
último el negro es el que termina de dar significado a cada pintura,
dirigiéndonos la mirada por donde el pintor ha planeado.
Las pinceladas son
irregulares y desenfadadas, como queriéndose mostrar. La pintura diluida
contribuye también a esto. Esta forma de pintar parece indicarnos que no nos
fijemos en el detalle sino en el conjunto. El tamaño considerable de los
cuadros reafirma esto.
En “Azul añil” encontramos
un gran rectángulo azul enmarcado en blanco. Una franja violeta a la derecha
deja como un camino de color blanco hasta la zona azul. Unas flechas dibujadas
en negro nos hacen seguir con la mirada este camino blanco desde arriba hasta
abajo. Por último una línea fina de color rojo a la derecha equilibra la gran
franja violeta.
En “La brecha III” la
mirada vuelve a ser conducida por una gran línea negra entre dos rojas. Una
mancha negra en la esquina inferior derecha vuelve a hacer que la pintura quede
equilibrada. El color amarillo aunque ocupa casi todo el lienzo, no llega hasta
los límites del cuadro sino que deja un marco blanco irregular, convirtiéndose
así en una gran mancha.

“Oferta con rojo” es la
obra más impresionante. El negro de algunos elementos que son los más
figurativos de toda la exposición, sobre el rojo saturado, produce una fuerte
tensión. Parecen caer desde arriba como unas gotitas negras que son recogidas
abajo en una especie de recipiente. Aunque las gotas son negras, el contraste
con el rojo que ocupa casi toda la pintura dan la sensación de gotas de sangre.
El cuadro parece contar algún derramamiento de sangre. Ésta es mi impresión,
claro. Seguro que a otras personas les habrá parecido otra cosa, pero dudo que
se hayan quedado indiferentes. Ésta es la grandeza de la pintura abstracta a
que antes me refería.
De
nuevo la mirada es conducida hábilmente por el autor desde arriba hasta
abajo siguiendo la gotitas negras hasta caer.
En “Litoral” aparece un
gran rectángulo blanco partido por la mitad por una franja roja. El fondo es
verde, aunque tiene menos importancia. Debajo aparecen unas líneas negras
insinuando algo. La mirada se nos va precisamente aquí, a la zona inferior
derecha, intentando entender qué son esas líneas.
Para mí es un imperdible
que sujeta esa hoja de papel a algún sitio, para que no se pierda ni se olvide.
En la hoja hay escrito algo desgarrador. De nuevo mi imaginación se ha puesto
en marcha.
La última obra “Verde de
sapén” me produce sensaciones más serenas. Un gran rectángulo verde enmarcado
por una pequeña franja roja, y una línea negra que nos dirige la mirada desde
arriba hasta abajo, a otro símbolo de color negro que no me resulta fácil
identificar.
La pintura aparece
equilibrada aunque me resulta menos llamativa que las demás. Parece puesta ahí
adrede, al final del recorrido de la exposición para relajar un poco los sentidos.